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Del origen al límite entrada (recuperada y revisada) parte 2ª

Algunas historias en primera persona

Tengo 43 años. …(entonces) .
Desde hace 23 años soy un profesional (de ayuda) *  en contextos sociales.
Llevo más de media vida dedicado a ayudar a los demás. Cuando lo escribo y lo leo después de escribirlo, me da  sensación de vértigo…  cuando menos, me hace pensar. Plantearme algunas preguntas.

Todo empezó por una equivocación, por un error. Alguien me ofreció trabajo por confusión. Las casualidades no existen, en ese momento, una casualidad y las prisas permitieron que todo comenzara.
En esa época, uno podía definirse como Educador social por su experiencia vital y por sus capacidades, por cómo se enfrentaba a grandes responsabilidades de trabajo en pequeñas dosis. Hoy las cosas han cambiado en la forma.  Tenemos titulaciones y aparentemente reconocimiento… pero como suelo repetir una y otra vez… Tras oír como lo decía una gran amiga:
– ”mucha responsabilidad sin reconocimiento – del tipo que sea – se torna en crueldad”.  En nuestros días,  al debutar en el trabajo como  profesional (de ayuda)  las cosas no cambian mucho. Ahora es como antes ¡quizás peor!
Como supervisor escucho relatos de profesionales jóvenes, espero ilusión, gozo desde la libertad, desde la de libertad de elegir lo que nos gusta. Es lo que deseo…
Los relatos anuncian historias en las que, en síntesis, nuestras elecciones nos llevan a confundir  libertad con soledad…  Es entonces cuando tengo la intuición de que las cosas no han cambiado tanto.
Pero esta es otra historia, quizás tenga que ver con las posiciones éticas desde las que nos vamos construyendo como profesionales (de ayuda).

Pero volvamos a la historia personal, una de las cosas más interesantes es que yo no sabía nada de esto cuando me enamoré de mi profesión a los 18 años. Cuando tenía 18 años estaba sumido en una dimensión mítica de ayuda que no sabía que tenía. Uno no sabe en el agua que nada, solo sabe que es placentera y que huele bien… por eso sigue en ella.
Todavía recuerdo la primera tarde  tras la entrevista con el director del centro de menores donde trabajé como educador durante seis años. Esa tarde tuve muchas sensaciones. La primera, que me iban a pagar por hacer algo que me gustaba, la segunda que si pagaban, seguramente era porque iba a ser duro… recuerdo una conversación con un amigo y colega con el que me inicié en estas lides:

– ¡ Este no es un trabajo para toda la vida!
– ¡No!
-yo no pienso aguantar más que unos años, lo justo para terminar mis estudios… y tener una experiencia….

Evidentemente, algo nos cautivo, pasaron los años y esta experiencia nos llevó a otra, luego a otra y así a construirnos como profesionales.
Cuando años después  recuerdo, pienso en esos momentos… algo toma sentido, hay una forma de ver las cosas distintas, es como si las piezas de un puzzle se pudieran encajar, como si historias que hasta entonces estuvieran desconectada por arte de magia tomaran cuerpo y tuvieran sentido…

Como profesional  (de ayuda) he sido educador en un centro de menores tutelados por  el sistema judicial durante 6 años, después he trabajado en medio abierto coordinando un equipo «sobre el terreno»,  en acciones preventivas dirigidas a la infancia y a la adolescencia. Esta aventura duró otros 6 años. Más adelante, he compartido  la aventura de crear y gestionar empleo, proyecto… Como psicólogo y terapeuta de familia mis tareas se han orientado hacia la intervención comunitaria y el trabajo con familias desde una perspectiva sistémica. También desde hace más de 10 años asesoro y superviso a profesionales, organizaciones y equipos de trabajo.

Cuando pienso en este recorrido profesional y observo  mis sucesos vitales veo relaciones y cuestiones que son difícilmente ineludibles. Algunas de las preguntas que uno se puede hacer sobre algunos acontecimientos  no son nada originales. Teniendo la particularidad y lo específico de lo íntimo- que no es poco- pueden funcionar como hipótesis en  situaciones críticas, en momentos en los que profesionales (de la ayuda) del ámbito social, educativo o sanitario, vivimos con angustia y no sabemos dónde ubicarnos.  

La familia de origen y los profesionales de ayuda: la identidad como fondo.

parejaUno conoce y sabe de su origen por lo que le han contado, por  lo que ha escuchado  -o ha querido oír-  en su familia. Algunas de estas conversaciones, toman forma de relato o narración. Siendo parte de una historia familiar más amplia.  En ocasiones,  a fuerza de oírla y de tenerla presente, se puede olvidar y banalizar.

El origen visto así es una historia, un relato que se transmite de generación en generación en forma de narración.

En el diccionario, cuando se busca el término origen, encontramos conceptos que hacen referencia a:  principio, nacimiento, manantial, raíz y causa de algo; también significa: Patria, país donde alguien ha nacido o tuvo principio la familia o de donde algo proviene. Otras acepciones son: Ascendencia, o serie de ascendientes. Principio, motivo o causa moral de algo. La familia de origen como concepto, ligada a la actividad terapéutica es una relación que ha motivado análisis en las escuelas de orientación sistémica. La idea central es cómo ayudar a los psicoterapeutas a conectar con su familia de origen, con hitos, sucesos vitales,  también con los puntos de ceguera, con las fortalezas que le ha proporcionado su estirpe de forma natural y que frecuentemente no son valorados al  diluirse en el vivir cotidiano.
Ayudar  – facilitar – a que los terapeutas tomen contacto con su historia familiar e identifiquen que conflictos han estado y están presentes en su vida actual y cuales son un problema y cuales una posibilidad cara a la relación que establecen en su actividad terapéutica cuando son requeridos y consultados por las familias.
Este trabajo tremendamente interesante y necesario no lo es por ser algo específico o inherente al campo clínico. Observamos que en el ámbito (de la ayuda) social, en el trabajo social, la educación social o la intervención psicológica en contextos no clínicos o en la sanidad en general, es igualmente necesario. Percibimos, desde diferentes realidades y demandas que es una necesidad de atención prioritaria, sobre todo para los nuevos profesionales de ayuda social, educativa y sanitaria.

Quizás sean las confrontaciones con el mundo personal y familiar las que con más intensidad se viven en el ejercicio profesional. Confrontaciones que aparecen  fruto de las relaciones  con tanta intensidad  con los usuarios como en los contextos que hemos definido como clínicos.  Si se me apura, en estos con menos protección personal para los operadores sociales por las características propias de los formatos de la intervención, la diversidad de las técnicas a emplear, la naturaleza y diversidad de los propios contextos en los que se ven abocados a desarrollar sus tareas sociosanitarias, sociales, psicosociales o socioeducativas.
La cuestión de fondo, a mi parecer, es la de la identidad profesional que uno obtiene cuando se relaciona en determinados contextos como operador social. Hace tiempo que vengo reflexionando sobre la cuestión y he mantenido en diferentes escritos[1] que los trabajadores de lo social obtienen su identidad a partir de tres grandes esferas de influencia que se relacionan entre si y que configuran un “sistema en interacción que proporciona identidad profesional”.

Esto es: uno sabe quien es en el terreno de la intervención social, no solo por decir quien es sino por un proceso de interacción y de combinación de elementos significativos que se configuran a partir de:

Su propia historia personal.
El encargo social  que recibe
y que se configura en el proyecto en el que realiza las tareas concretas como profesional.
La negociación del rol que mantiene con los usuarios-as destinatarios de los servicios o prestaciones profesionales que les facilita.

He definido este artefacto racional como una herramienta conceptual para “explicar” algunos de los conflictos o situaciones  complicadas que me persiguen en el aquí y en el ahora.
Y es que, siguiendo a BATESON, uno se siente más libre si es capaz de diferenciarse de los distintos sistemas en los que se identifica y se reconoce, los que le devuelve y le dan identidad de operador social. Si además en relación con estos se siente libre de operar a partir de sus necesidades y en relación con los usuarios-as generando contextos de libertad aparece una posición ética tremendamente interesante.

La ética es una cuestión que aparece en el tiempo y que no se puede “comprar”, estamos sometidos a sucesos que nos interpelan y que nos modelan en el devenir de nuestra historia personal.  Ética y relación (relaciones)  (de ayuda) están muy mediatizadas de nuevo por las experiencias  que se suceden en la familia de origen.

*  El término "profesional de ayuda",  como construcción, es una construcción en revisión, el mito de la "relación de ayuda" construye una relación asimétrica, nada apreciativa. No obstante, en esta identificación nos hemos construido a lo largo de décadas, en la revisión  es importante rescatar las mejores experiencias y prácticas que nos han permitido llegar hasta donde estamos.

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