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Del origen al límite entrada (recuperada y revisada) parte 3ª

Del origen al límite (frontera) como posibilidad

Hace poco he descubierto en mi origen, es decir, en mi historia familiar, al menos en la que he podido ir descubriendo y completando con relatos de distintas personas,  que FRONTERA, es sinónimo de descubrimiento, de límite en un contexto de mejora. También de aventura y de nuevas posibilidades.

Un primo de mi abuela materna escapaba del hogar familiar para correr aventuras y así descubrir nuevos mundos. Tomaba el tren que pasaba cerca del pueblo, aprovechaba cualquier vagón para colarse.. Su viaje, a veces, era muy corto  duraba lo que tardaba la pareja de la guardia civil en cazarlo. Tenía a penas 10 años. Cuando llegaba al límite de su aventura, escribía: “¡José estuvo aquí!”
José lo intentó con perseverancia, si algo le caracterizaba; era la tenacidad  y su constancia. Dicho en positivo. En coloquial, era muy “cabezón”… lo que se le metía entre sus dos grandes cejas… normalmente… no paraba hasta conseguirlo. ¡Dicen que es una marca familiar!
Finalmente consiguió su objetivo y desapareció cuando era mozo; paso la frontera.
Cuando estalló la guerra civil, mi abuelo materno -del cual he heredado mi segundo nombre y alguna cosa mas…- fue enviado a un campo de concentración. Toda la familia huyó desde Madrid hacia Catalunya. Mi abuela embarazada de mi madre, mi tía,  mis tías abuelas… se vieron en un éxodo republicano. Yo no estaba allí pero las he visto, sin que estuvieran tampoco,  en las fotos de Capa. Mi madre nació en Falset (Tarragona). Entonces, José pasó  la frontera y de nuevo ¡estuvo allí! Nadie sabía nada de él… Él estaba al corriente de lo que les ocurría a todos.

Este es el primer relato familiar, sobre la frontera, que mi familia puede narrar. Es un relato en el que las mujeres huyen para proteger a los niños.  Algunos hombres también huyen, aunque algunos ya han sido atrapados. Es un relato que presenta diferencias de género y que ha estado en cierta forma escondido  sobre todo a  niños-as. Para protegernos y por miedo también. Un abuelo en un campo de concentración es un suceso familiar del que no se habla con facilidad, cuando por otra parte es algo de lo más habitual para casi la mitad de la población de una determinada generación.

José siguió su aventura a un lado y a otro de la frontera, pasando de un lado a otro, a veces sólo, a veces ” acompañado”. Me han contado que no pudo quedarse  y que tras la guerra civil, tomo partido en la segunda guerra mundial y que también acabó en otro campo de concentración en Francia.  Luego fijo allí su residencia en y venía sólo de visita.
En una de estas excursiones  a España, volvió a Salamanca, a la comarca de Béjar de donde somos originarios. Vino a encontrarse con la familia, le volvimos  a ver (eso me han contado) y le propuso a mi padre ir a trabajar a Bayona. En Bayona, con su oficio (ebanista), podría mejorar su vida. Vivir de otra manera.
Mi padre cuando escucho esta palabra de aquel hombre alto, de pelo cano y pegado al cráneo, con abrigo de lana y con aspecto de espía ( de hecho lo fue tras su actividad en la resistencia francesa) que conducía un Opel azul cielo (era el único que yo vi durante años ) que en lugar de agujas para marcar la velocidad tenía un barra de mercurio de color anaranjado con unos números verdes con una palanca de cambios en el volante… eso no podía ser de otra manera…¡mejorar!… ¡José, el tío José había estado allí! 

Mejorar. Frontera, pasar la frontera; abandonar el origen.

Desde el origen hasta el límite, hasta la frontera. Frontera concepto banal  del que hablan en los diccionarios como: Confín de un estado. Límite o barrera. 
La propuesta de José era muy golosa y atractiva: superar los limites para mejorar. Así lo hizo mi padre, primero sólo. En Bayona . Luego con mi madre y conmigo en Irun, pasando la frontera  para trabajar, todos los días.
A propósito de esto, hace poco, una tarde tomando café con mi padre, me decía mientras veíamos las imágenes de las pateras llegando al sur de la península que no entendía que querían esos africanos. Yo le dije: una vida mejor. Él no lo entendía.  Tuve que ser “familiarmente cruel” y decirle “mejorar como tu”.  Son cosas que solo se hacen en familia… y que solo las aceptamos a la familia…
Es cuando hablando reconstruimos la historia de la migración familiar y cuando me cuenta  que tanto él como otros que migraron hacia otros entornos mas favorables,  multiplicaron por seis o por ocho sus ingresos. Esto era algo habitual no sólo para los que migraban desde Castilla o Extremadura, sino para todos los trabajadores que día a día pasaban la frontera para mejorar su condición.
Le explico a mi padre que esto es justo lo que hoy piensan tantos y tantos extranjeros: sudamericanos, centroeuropeos, africanos…  que vienen a mejorar sus expectativas de vida, a mejorar su origen.
A mejorar “la historia que pueden contar de si mismos”. Parece que entonces, lo entiende mejor. El me sigue contando la nuestra.
Me doy cuenta entonces, siento en primera persona,  de que existe una “historia oficial” sobre la migración, sobre los extranjeros que está borrando las trazas de nuestra historia familiar. Poco a poco descubro que mi padre hila un discurso propio y genuino, una historia llena de matices y relatos que no había escuchado nunca. ¡Quizás nunca el me la había podido tampoco contar!
Las historias oficiales, las versiones únicas sobre la realidad que se imponen, en la TV, en los medios en general como un troquel modelan nuestra forma de ver la realidad. Algo similar les pudo ocurrir a los Iruneses que trabajaban al otro lado de la frontera, pequeños migrantes cotidianosse vieron expuestos a la historia oficial del emigrante de los 50 y los 60 que les impedía ver que estaban en el mismo contexto socioeconómico.
Un contexto socioeconómico empobrecido que se definía como tal por comparación con otros potencialmente mejores… y a los que se podía acceder. Cuando alguien puede acceder a mejoras… accede a una hora de casa, a quinientos kilómetros o a setenta. Cada uno valora después las consecuencias en función de diferentes filtros, en función de una visión política de las migraciones. La frontera ¿como límite o como posibilidad? … ¡Una vez mas!

Michael White al referirse a este fenómeno habla de discursos internalizadores y lo define como un proceso cultural. (Reescribir la vida , página 48, capítulo 2:  Aspectos políticos de la terapia.)

“En la historia de la cultura mundial, creo que estos discursos internalizadores modernos han proporcionado una manera completamente novedosa de pensar y hablar que es específica a una época y a una cultura, que se ha desarrollado en los últimos tres siglos en la cultura occidental y que es central en la construcción del sujeto moderno”…”estos discursos internalizadores constituyen nuestra ceguera ante la vida en tanto producida y ante nuestra propia producción de la vida. Tienen el efecto de aislar a las personas entre sí y de los contextos mismos de sus vidas. Estos discursos nos hablan proporcionando una manera de hablar y de pensar la vida que borra el contexto, que separa la experiencia de los aspectos políticos de la relación con el entorno inmediato. El carácter de estos aspectos políticos queda en gran medida oscurecido, como también, dicho sea de paso, las prácticas mismas del yo y de las relaciones que están asociadas con estas maneras de hablar y pensar” 

 

La idea de mejora en la familia es una traza que puede marcar toda una forma de ver la realidad condicionada por este tipo de experiencias.  (En la mía, es un poco curioso, pero todavía lo que está o viene de lejos, basta con que haya cruzado el Bidasoa, parece que es un poco mejor… los yogures, los pantalones, las bicicletas, etc. Todavía muchos que vivimos en la muga seguimos pensando que hay algo mágico en comprar algunas cosas que vienen de lejos…) 

Pero las mejoras tienen un precio. Nosotros abandonamos todo, para que la familia fuera a mejor, para mejorar la estirpe. Esto es difícil de comprender cuando se es joven – adolescente y se convierte en un trago amargo cuando se va llegando a la madurez. Me incluyo en esta afirmación, pues yo también soy parte de la migración, de la familia que realiza un viaje desde el origen.

Me ha contado muchas veces mi madre que la frontera fue una elección, un límite. ” No nos fuimos a vivir a Bayona porque me daba miedo que no habláramos con nadie, por el idioma… estar solos… también me cuenta como observábamos este límite y cuando yo apenas contaba con dos años como lloraba y reclamaba mi origen, mi casa. Mi madre me llevaba a la frontera a despedir a mi padre y me cuenta que llorábamos juntos viendo como se iba…

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El origen es una fuerte fuente de identidad, hace unos días en un encuentro sobre emigración me contaban que el que migra, durante un tiempo, durante el tiempo en que dura el viaje y algún tiempo mas  se encuentra desorientado porque ha perdido las referencias espacio-temporales, le faltan los amigos, le faltan los hábitos cotidianos, no tiene “balizas” que le ayuden a moverse en el día a día.

El trabajo era para mi padre el valor supremo y en torno a el organizó su vida. Como tantos otros hombres organizaron un “aventura de mejora familiar” que dio sentido a todas las negaciones que debió de asumir toda la familia.
Por el contrario las mujeres, sin trabajo, en la crianza, solas, estuvieron algún tiempo tristes; cansadas sin trabajar, cansadas de vivir, en un lugar donde el cielo plomizo no dejaba pasar la luz y en donde el origen se debía de aparcar en beneficio de la estirpe…

A veces pienso que muchos que hemos venido de otros sitios, hemos tenido la sensación de estar perdidos… es una sensación que viene y se va. Es como si el viaje durase eternamente. Estamos de viaje a ninguna parte o en tránsito… como decía esto tiene que ver de nuevo con el rol de género y con la ocupación. Al, menos a los hombres, en los tránsitos fronterizos,  a mi padre entre ellos,  durante mucho tiempo los gendarmes y la guardia civil le recordaban donde estaba … Este lamento es quizás la segunda historia, la segunda narración sobre la frontera que he oído de mi padre.  Una queja que repetía cansado tras cada paso en las colas de los controles…
Hoy todo parece tan distinto y  sin embargo ,de nuevo aparecen los discursos oficiales,  en los que se nos olvida el tránsito y la dignidad con que los trabajadores cruzaban las fronteras. ¡Nos parece todo tan distinto en el “espacio económico del eurodistrito del Txingudi…”.
Hoy
oír las expresiones de algunos “yupis del dos mil”, desmemoriados, sin recorrido en el tiempo, vanagloriándose de trabajar en Irun y vivir en Hendaia y afectados emocionalmente porque pierden derechos al vivir en una ciudad y trabajar en otra. Por ser ciudadanos de la bahía… Se definen como los ciudadanos del Txingudi públicamente e  insultan la memoria de los trabajadores que día a día se han dejado la piel al pasar las rayas imaginarias. Ciudadanos con una conciencia colectiva abortada, desde el inicio, pues sus referencias quizás no estaban en la expresión pública y política sino en la discreción y la dignidad del íntimo familiar por el que luchaban día a día .

Del origen, de la mejora de la estirpe, a la frontera: un viaje en el tiempo hasta los límites.
Límites que son un lamento y a la vez una posibilidad.

Una lectura metafórica del trayecto desde el origen hasta los límites como una posibilidad, solo se puede hacer pensando en un proceso liberador. Las estructuras familiares que han sufrido carencias y se han encontrado sometidas y vulneradas en sus necesidades básicas leídas como derechos fundamentales, como derechos humanos. Las familias migrantes del franquismo, en muchos casos están constituidas por los  niños que pasaron hambre y necesidades en la posguerra. Hijos o huérfanos de víctimas de la represión mas cruel, víctimas ellos mismos sin reconocer, hasta nuestros días, tímidamente en actos muy controvertidos.
El límite, su búsqueda y su configuración para su superación es la señal, el acto intimo y colectivo sin reconocer, sin identidad pactada, sin marca identitaria que reivindicar, que representa las posibilidades, que hace que renazcan nuevos mitos. Mejorar, mejorar la estirpe.

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